Cuando Eduardo Accastello llego a la Intendencia, nuestro país estaba en medio de serios conflictos sociales. Las demandas eran de subsistencia y no había espacio para la credibilidad como se le suele dar a un Gobierno que inicia su gestión. Las presiones de los desocupados, la mayoría de las veces razonablemente válidas, no permitían acudir al discurso de lo que nos proponíamos hacer por más que fuera legítimo por nuestra parte.
Una generación de malos funcionarios, muchas veces mediocres en el ejercicio de sus responsabilidades terminó devorada por la crisis y para la gran mayoría de los argentinos no había discernimiento posible entre malas o buenas intenciones. Tuvimos que poner en juego toda la fortaleza, sumado a nuestro compromiso militante y sobre todo nuestro trabajo. Había que dar respuestas a la urgencia y a la vez construir estratégicamente. Sentarse en el lugar de las decisiones implicaba dejar de lado las dudas. O aceptábamos la realidad, como lo hicimos, o volvíamos para atrás. “Elegir es siempre una oportunidad y esta fue la oportunidad de trabajar para reconstruir nuestra ciudad dentro del marco de un modelo de país”.
Cuando iniciamos la gestión de gobierno aceptamos el desafío de construir políticas sociales a partir del país que la crisis nos dejaba. Llegamos a una Intendencia rodeados de gente demandando soluciones. Acudimos al diálogo pero en el terreno de esas realidades, recorriendo los barrios más vulnerables buscando la construcción de un espacio inclusivo de ciudadanía que permitiera fortalecer los derechos humanos sociales, políticos, económicos y culturales con equidad territorial. Nuestro desafío era empezar a darle al Gobierno Local una institucionalidad operativa.
Las instituciones deben servir no sólo para resolver problemas coyunturales sino también para ayudar a construir una ciudadanía diferente, comprometida en la solución de los problemas comunes. Las políticas sociales planteadas se constituyeron y constituyen así en un factor clave. Buscamos que sean éticas y justas, porque no existe oportunidad más importante que la de poder participar y comprometerse. Una comunidad activa y un Estado presente, tienen que caminar asociados, sin eludir responsabilidades, como sucedió en el modelo neoliberal, con políticas privatizadas, focalizadas y reduccionistas, que redujeron la política social a un plan enlatado, como pretendían muchos opinólogos y teóricos de la pobreza.
Empezamos desde el inicio a construir una política social de derechos y de equidad territorial en el contexto de la política nacional, integrando acciones con los diferentes actores sociales. Le dijimos basta a esas soluciones coyunturales, provisorias y nos propusimos aprovechar los recursos e integrarlos en una política social construida en cada lugar.
Esta es la razón de ser de estas páginas, en las que está resumido el relato testimonial de la política social aplicada en nuestra sociedad constituida por personas con necesidades, propuestas y demandas concretas.
Estamos convencidos que construimos la base para lograr una mayor incidencia en el cambio estructural. La crisis 2001-2002, durante el Gobierno de Eduardo Duhalde, trajo el plan de ingresos Jefas y Jefes de Hogar, donde se minimizaba el contacto directo con la realidad, optamos “por hacer”, por entender que sólo desde la comunidad se puede producir la transformación y los que no muestran instancias superadoras poco pueden aportar a la construcción. Muchos de ellos, defendieron los derechos humanos individuales a rajatabla, pero no habían entendido (y aún hoy les cuesta hacerlo) que la política de derechos de la Argentina debe trasvasarse en lo social, lo colectivo, a partir de construcciones artesanales en cada barrio, con eje en el empleo y la educación. Sólo la prepotencia del trabajo y el fortaleciendo de los lazos rotos del tejido social, articulan la respuesta.
Nuestro Ciudad aparecía como un conjunto de Barrios sueltos en donde el único factor común era la Constitución y la forma de gobierno.
Hemos puesto “una bisagra” frente a las últimas décadas, tuvimos que sortear muchos obstáculos en el camino aún inconcluso. Es que no concebimos nuestra tarea eludiendo lo territorial, porque hay realidades distintas y las respuestas también tienen que ser diversas. No queremos ser técnicos, profesionales o funcionarios buenos pero híbridos. Nadie opera en el vacío, porque hacerse cargo implica exigencias concretas y no eludir responsabilidades; queremos ser buenos militantes sociales, ocuparnos de la realidad y eso es lo que hacemos. Tenemos un compromiso social inherente al respeto de los derechos ciudadanos, sin neutralidades valorativas que terminan aportando conductas de politiquería y de clientelismo.
Desde la Secretaria de Desarrollo Humano, desde sus comienzos, cuando asumí mi cargo, creemos en la persona con derechos, no en la persona cautiva, a la que se ata todavía esa vieja política de la que no participamos, aunque más de una vez nos acusen de ello utilizando la calumnia intencionada. Trabajamos con todos los que piensan como nosotros y los que no, porque para cambiar las miradas es necesario convencer con prácticas justas y solidarias.
Apostábamos a un cambio de paradigma, superando lo asistencial. Un problema de seguridad alimentaria no se resuelve sólo con tener un comedor sino rescatando capacidades, con la gente y a la inversa, tampoco se resuelve sólo apelando a la promoción cuando hay personas que necesitan respuestas concretas.
La política social del modelo neoliberal estuvo más fundada en un carácter técnico, de performance y focalizado.
Esa limitada visión es reduccionista fragmentaria y, al igual que en el siglo XIX, da por supuesto que el mundo funciona como un aparato de relojería, simplificación en la que se ampara para pretender que reparando una parte, automáticamente se soluciona el todo.
Precisamente en la aplicación de las políticas neoliberales se avanzó en la construcción de discursos tecnológicos, homogéneos, supuestamente éticos, perdiéndose la acción concreta y en consecuencia las respuestas integrales. Cuando digo supuestamente éticos es porque se trabajó mucho analizando procedimientos y no resultados que le permitan a la gente vivir mejor. A veces, quienes pregonan la transparencia consideran a los pobres como cautivos y por lo tanto seducibles con un discurso. Eso no es transparencia, es una trampa. El cambio debe traducirse en transformaciones políticas, sociales, económicas y culturales, y muy especialmente en la reforma y democratización del Estado, junto con un sistema político renovado en todas sus expresiones y no parcialmente, de modo tal que coloque en el centro de la escena a la persona.
Es hora de que se asuman los hechos como son: Lo que pasó en la Argentina en las últimas décadas, es producto de una falta de conciencia colectiva, y de la hipocresía de una parte de la dirigencia que no supo y aún algunos no saben de nobleza, porque no saben trabajar para el país. Hubo muchos que miraron para el costado, se apoderaron de cargos y responsabilidades a los que no supieron responder. Mientras tanto los rehenes siguieron siendo las familias necesitadas, carentes de un apoyo inteligente que los ayudara a emerger.
Creo que la década del ’90 ha sido en nuestro país la más clara expresión de la economía del dolor, cuyas consecuencias atravesaron a la familia argentina y son el contexto con el que nos encontramos en 2003 en la aplicación de las políticas sociales.
El gran desafío fue y es construir con el conjunto de la sociedad, sin focalizar, y profundizar nuestra llegada al núcleo duro de la pobreza que el modelo imperante nos dejó. Esto es ética en serio. Nuestro país hizo un avance impensable cuando allá por el año 2003 enfrentábamos los mayores índices de pobreza e indigencia de un sector de nuestra población que fue separada del tejido social hace más de tres décadas.
Cuando el Estado solamente apuntaba al asistencialismo como aliviador estaba retroalimentando la crisis social y se alejaba cada vez más de una política sana que apuntara a la igualdad de oportunidades.
Como Estado procuramos que la comunidad no quede en el papel de mera receptora o depositaria pasiva de programas focalizados y estancos, porque ello sería una concepción utilitarista del todo social.
Estamos convencidos que la participación popular es la que legitima a la política social, por eso nuestro desafío es seguir venciendo la exclusión desde el abordaje territorial ( barrios), teniendo en cuenta a los actores locales y a sus posibilidades y capacidades. Muestra de ello son los Consejos Asesores de Niños, de Adultos Mayores, de Discapacidad.
Desde el lugar en que estoy, le digo siempre a la gente que no quede presa de nadie, que luche por sus derechos, aunque quizá no todos los interlocutores piensen igual, pero he aprendido que los cambios de actitudes no se dan aislándose desde una tribuna de buenos y malos. Nos duele cuando alguien nos quiere atar a la vieja política. Vivimos en la transición de los que piensan como nosotros y los que no, pero la realidad es que debemos construir entre todos.
Insisto en este pensamiento: las instituciones deben servir no sólo para resolver problemas coyunturales sino también para construir una ciudadanía diferente, más participativa y comprometida con los problemas comunes y su solución. La promoción de una sociedad civil activa y de un Estado articulador, es siempre el permanente desafío. El fermento de las políticas sociales está en el desarrollo de la persona.
Así como la burbuja de los '90 estalló porque se construyó en base a premisas falsas, hoy nuestra preocupación debe ser la justicia social, para cruzar desde la ética el umbral de la inclusión social y avanzar en el desarrollo humano.
En el camino de las políticas sociales estamos produciendo un gran cambio, trabajando, invirtiendo, administrando y re-construyendo la identidad de nuestra Ciudad desde los cimientos. Estamos recuperando institucionalmente el valor de la palabra porque no prometemos en el vacío sino con inversión social, trabajando con la gente, rescatando capacidades para los que no tuvieron oportunidad de desarrollarlas. Lo estamos haciendo juntos, el Estado y la comunidad, participando desde el compromiso, en la práctica cotidiana, defendiendo los derechos de los villamarienses.
La familia, el barrio, el pueblo, la ciudad, son promotores de integración social. El abordaje público de la política social debe formularse entonces integralmente desde este enfoque, buscando herramientas innovadoras que resuelvan en el territorio las necesidades, para corregir así las desigualdades.
Hoy se han consolidado en el tejido social organizaciones de base. Estas constituyen el grupo más grande dentro de las organizaciones, trabajan en las necesidades básicas, la mejora del barrio, el deporte y la cultura. Su mayor fortaleza reside en la cercanía y conocimiento del vecindario. Los Centros Vecianles, los MuniCerca, los Centros de Promocion Familiar, los Centros de Salud, el Hogar de Ancianos, el Imda, el Nuevas Oportunidades, el Elizalde, entre otros son muestra de ello.
El modelo neoliberal, en el que la hegemonía de lo privado había triunfado sobre lo público, significó el agravamiento de todas las variables sociales: desocupación, pobreza, nuevos pobres, indigencia. La violenta repercusión de lo económico respecto de lo social dio lugar a una nueva cuestión social. Decimos que estamos colocando “una bisagra” en las políticas sociales, incorporando el modelo científico a lo cotidiano, asumiendo una visión integral sistémica y ecológica, en la que el hombre es el centro de la organización de la sociedad. El eje es filosófico, el límite es político. Es necesario continuar con estas políticas que han permitido modificar el signo de los indicadores sociales, luchar contra la cultura del “no se puede”, y poner en acción la capacidad de hacer y transformar colectivamente.
Hoy, el Estado está recuperando su fortaleza para producir los cambios y para interpretar y abordar la compleja realidad social y como señalaba nuestro querido compañero Néstor Kirchner, "debe orientarse centralmente a crecer y reinstalar la movilidad social ascendente que caracterizó a la Argentina"
Hoy, el Estado está recuperando su fortaleza para producir los cambios y para interpretar y abordar la compleja realidad social y como señalaba nuestro querido compañero Néstor Kirchner, "debe orientarse centralmente a crecer y reinstalar la movilidad social ascendente que caracterizó a la Argentina"
Desarrollamos también en este trabajo, nuestra concepción de Estado “presente, activo, protagónico, promotor para el desarrollo humano”.
La tarea de gobernar no es una mera actividad burocrática o administrativa, implica el compromiso de vivirla apasionadamente, con amor, sin medidas o términos medios en los servicios que se deben realizar. En ese sentido, hemos insertado algunos tramos del pensamiento de Néstor y Cristina Kirchner, quien con su acción y reflexión lleva adelante el Proyecto Nacional que en su implementación, nos está marcando un camino en forma permanente, lo que ningún argentino de bien puede ignorar.
Sólo las ideas vencen al tiempo, ellas son el instrumento esencial para potenciar los cambios y modificaciones que el país precisaba. Sin renegar de la historia, sin olvidarse, recordando el pasado, construyendo una memoria activa para que ciertos hechos deleznables, no sucedan jamás.
MONICA LAZOS, DH VM
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